miércoles, 7 de octubre de 2009
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Lorenzo Palacios Quispe “Chacalón” aprendió
a ver el mundo desde el cielo, desde lo alto de su casa en el Cerro San Cosme,
allá cerca de la calle Bondy, en La Victoria, cerca del tanque de agua donde hoy
todavía muchos le rezan como si de un santo se tratara, por un milagro que
alivie sus penas y para que cuide a los suyos. Con ayuda de matronas, el pequeño
Lorenzo nació un 26 de abril de 1950, cuando miles de provincianos llegaban a
Lima a probar mejor suerte. Su padre, un danzante de tijeras, abandonó al poco
tiempo a su madre, quien era conocida como La Huaitita en las fiestas de
Huamanga, donde se ganaba la vida cantando huainos.El viernes 24 de junio de 1994, un paro cardíaco producto de la diabetes se llevó para siempre al “Angel de los Cerros”, como lo llamaban. Más de 20 mil personas lo despidieron en su funeral. “Cuando Chacalón canta, los cerros bajan”, fue la frase que se impuso durante su apogeo. “El día que yo me muera, del cielo bajarán otros nuevos cantadores, así Chacalón y La Nueva Crema nunca morirá”, dijo Lorenzo alguna vez y hoy, la fiebre de la cumbia y su legado le dan la razón.
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